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  • Momento de recordar el gol olímpico de Mao a Nacional

    Mao no cobró un tiro de esquina, cobró una deuda con la historia.

    Por Jhon Valencia

    Parce, si vamos a hablar de momentos mágicos del Poderoso que tendrá una dura baja en el clásico, ese gol olímpico de Mao Molina merece altar propio. Fue un clásico de esos que huelen a pólvora y sudan historia, y en medio del barullo, ¡pum! Mao dijo: “permiso, que voy a hacer arte”… y la mandó directo del córner al ángulo, sin pedir permiso. ¡Qué elegancia la de Francia, pero en Antioquia y con acento paisa!

    La jugada fue como un poema en forma de zurda. El man se paró ahí, cerquita de la bandera, con la cara seria, pero el alma feliz, y le metió un guayo con tanta rosca que el balón parecía tener GPS con destino al gol. El arquero de Nacional se tiró más por reflejo que por fe, porque esa bola ya venía firmada. ¡Era gol olímpico y no había VAR que lo evitara!

    Ese día, Mao no solo cobró un tiro de esquina, cobró una deuda con la historia. Porque meterle un gol olímpico al rival de patio no es solo un gol, es una declaración de principios. Es decirle al fútbol: “aquí estamos, con berraquera y talento, defendiendo estos colores con alma y corazón”.

    Y los hinchas, mi hermano… ¡qué locura en las tribunas! La gente se quería meter al campo a abrazarlo. Todos sabían que acababan de ver algo especial, de esos momentos que uno guarda en la memoria como el primer amor, como el primer clásico en el Atanasio. Mao nos regaló un recuerdo pa’ siempre.

    Ese gol no se celebra solo por bonito, sino por simbólico. Porque Mao es hincha, es jugador y leyenda viva. Y cuando un hijo de la casa le hace eso al rival eterno, se siente como si todos nosotros hubiéramos metido el gol. Porque ese zurdazo llevaba el ADN del barrio, de la tribuna, del alma roja.

    Los que lo vieron en vivo todavía lo cuentan con orgullo, como quien dice: “yo estuve ahí”. Y los que no, lo ven en video y se les eriza la piel igual. Porque hay goles que no envejecen, parce. Ese es de los que se ven en blanco y negro, en HD o en holograma, y siempre va a pegar igual de duro.

    Así que cada vez que alguien te diga que los goles olímpicos son pura suerte, le mostrás ese video. Le decís: “mire, eso no fue suerte, fue Molina con brújula en el pie y Medellín en el corazón”. Porque en el fútbol, como en la vida, hay momentos donde la magia se junta con la historia. Y ese gol de Mao fue eso: historia con magia. Roja, Poderosa y eterna.

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